En el pueblo de Tristonia están siempre tristes. Siempre llueve, y bajo la lluvia no se puede hacer nada, ni disfrutar mucho. Por eso siempre van muy rápido de un lado a otro sin pararse a hablar con nadie. Pero un día, se anuncia a bombo y platillo la llegada de El Circo de los Besos, así que como a Tristonia nunca ha ido nadie que no sea un tristoniano, todos los habitantes se disponen a asistir a la única función programada. Todos menos el viejo Polvorilla, que se queda en su casa durmiendo y se olvida de la función. Las entradas no se pagan con dinero, sino en besos y abrazos a la taquillera, Doña Amor. Ya dentro de la carpa, van apareciendo los malabaristas, los payasos, los trapecistas y domadores y van consiguiendo que la gente vaya olvidando la tristeza a la que están acostumbrados, pero aún así, nadie aplaude. El truco final llega con la maga Paloma, que intentará hacer desaparecer a un mimo de una caja. En su lugar, aparece el viejo Polvorilla aún con el pijama. Y por fin los tristonianos aplauden el espectaculo. Doña Amor llega para cobrarle la entrada a Polvorilla, que paga gustoso. Gracias a aquella inyección de felicidad, los tristonianos ahora viven mucho más felices y abiertos al resto de vecinos.