Cada flor guarda un secreto. Cada jardín, una segunda oportunidad.
Brillante, sensible y profundamente humana. Carla Gracia irrumpe en el panorama literario con una novela que cautiva los sentidos y deja una huella en el corazón.
«Se busca persona sensible y trabajadora para despertar un jardín en una finca en el Ampurdán. Abstenerse personas alegres y entrometidas», dice el anuncio que Iris ve en la floristería de su tío poco después de dejar a su novio y su bien remunerado, pero poco satisfactorio, trabajo en un banco. Por desgracia, cumple con las condiciones: la alegría es un bien escaso en su vida y bastante tiene con sus problemas para entrometerse en los de otros.
Ese mismo día, sus amigos la convencen para que salga a ahogar las penas y una extraña pitonisa le lee una mano de cartas tan peculiares como ella, pues lo que se dibuja allí son varias flores. ¿Le están señalando un destino? Y, llámalo premonición o coincidencia, su abuela materna era del Ampurdán, allí pasaron muchos veranos de niñas y había albahaca en el umbral de su casa para ahuyentar las desgracias.
Algo sabe de flores, le encantaba de niña ir a ayudar a su tío. ¿Qué puede perder? Nada. O todo. Pues la Casa del Olvido, así se llama la finca a la que llega con la primavera, oculta, en su jardín desolado, secretos, fantasmas, almas dolidas y muchas, muchas flores, reales y pintadas, que la esperan para despertar.
Con ecos de las grandes obras de la literatura victoriana escrita por mujeres, El jardín dormido es, a la vez, una novela romántica, un relato gótico y un tratado de botánica; una flor plantada en tierra fértil por la jardinera Carla Gracia. Una novela profundamente emocional, sensorial y liberadora donde el poder sanador de las flores despierta a una mujer que había olvidado quién era.