En Costa oeste (poemas de Göteborg), Fernando Sanmartín parte con su maleta ligera y cuando la abre, al llegar a su destino, está llena de nieve, de Heráclito y de Pink Floyd, de billetes de barcos, de Goya y de Barthes, del rey de corazones y el siete de rombos, de Torrevieja y de tranvías, de Cellini, Kerouac y Dickens, de Rodin y vodka, de Perseo y de Olof Gill, de Bach y Louise Glück. La maleta de Fernando Sanmartín es una fiesta.