9788493781835
Vsévolod Garshin, uno de los mejores escritores de relatos de la edad de oro de la literatura rusa, gozó de una enorme popularidad entre la joven intelectualidad de su país. El propio Tolstói lo consideró el mejor escritor joven de su tiempo junto con Chejov. Turguénev, por su parte, vio en él «todos los signos de un gran talento: temperamento artístico, un fino y acertado entendimiento de los rasgos característicos de la vida, tanto particulares como universales, sentido de la verdad y de la mesura, simplicidad y belleza en las formas y, como resultado de todo ello, una gran originalidad». Garshin fue uno de los autores más leídos de su generación en Rusia, y su obra se tradujo rápidamente a la mayoría de las lenguas europeas.
En esta selección se recogen nueve relatos del autor, entre los cuales se encuentran algunos de los mejores que escribió, como «Cuatro días», «La flor roja» y «La señal», considerados verdaderas obras maestras del género.
«Desde su debut literario he percibido la originalidad incontestable de su talento... Como todo escritor en la edad madura y sinceramente fascinado por su oficio, me siento feliz al descubrir algunos sucesores: usted es uno de ellos.»
Iván Turguénev en una carta a Vsévolod Garshin
«La obra de Garshin fue una rapsodia de grandes temas de la literatura rusa de los años anteriores a 1880 pero con una sensibilidad más desoladora y patética, que parece abrirse hacia las letras de los noventa y de los principios de siglo que no llegó a conocer, el momento que los manuales de historia literaria denominan ?Edad de Plata?.»
José-Carlos Mainer
Vsévolod Garshin, autor de una corta pero intensa obra, compuesta de una veintena de relatos, nació en Járkov (Ucrania) en 1855. En 1874 ingresó en la Escuela de Minas de San Petersburgo, y tres años más tarde se enroló como voluntario en la guerra ruso-turca, donde fue herido. En 1877 regresó a San Petersburgo, donde permaneció hasta 1880. Este año sufrió un colapso mental, lo que motivó su internamiento en un sanatorio. Tras una convalecencia que le mantuvo alejado del mundo literario durante casi dos años, volvió a San Petersburgo en 1882, fecha que marcó el inicio de su periodo de madurez. Un año más tarde se casó y obtuvo un modesto y mal retribuido puesto en la Compañía Rusa de Ferrocarriles, que conservó hasta 1887. En 1888, cuando contaba treinta y tres años, se suicidó tirándose por el hueco de una escalera.